Testimonios: Pica pica para el alma

Cedeca Psicología&Cocahing. Testimonios, la mejora es posible

TESTIMONIOS DE NUESTROS PACIENTES: LA MEJORA ES POSIBLE. Echo la vista atrás. No mucho, unos pocos años, y me sigue asombrando lo que puede hacer uno por sí mismo para mejorar su vida, ser feliz y dar felicidad a los que le rodean.

No es que me cueste reconocerme, pues de vez en cuando, esas antiguas creencias, los saboteadores y las raíces profundas, intentan de nuevo salir y tengo que poner una pausa a la vida para reflexionar y poner todo en su lugar de nuevo. Control, paciencia, resiliencia, empatía, respeto, paz, tranquilidad y, sobre todo, lo más importante: equilibrio. Ese equilibrio que me hace ir por la vida llevando las riendas, eligiendo, tomando decisiones, siendo dueño de mis emociones, siendo el actor principal y el director de mi propia película. El equilibrio me permite, como un funambulista, avanzar por el cable de mi vida aguantando el viento y la falta de concentración. Los peligros.

Es una gran verdad, que muchas veces tenemos que llegar a una situación extrema para pedir ayuda. Nos cuesta, no sé por qué. En mi caso tampoco fue así, pero podría haberlo sido a estas alturas de la película. En mi existía una inquietud tan antigüa que no recuerdo exactamente cuando empezó. Una sensación de que las cosas no encajaban, de que algo no funcionaba como debía, como si viviera en Matrix. Una inquietud por comprender, por no comprender, por saber, porque sabía que había otro lado y no podía encontrarlo, porque sabía que no sabía, porque no encontraba la salida y estaba atrapado en esa rueda de hámster en la que se convierten nuestras vidas a veces, llena de frustración que te encargas de mostrar a los que más te quieren de manera ingrata, que día tras día convierte la vida en algo vacío con pocos momentos de felicidad y muchos de rabia e insatisfacción. Esa inquietud, y la ayuda de la persona que me completa por dentro, la que dió sentido a mi vida y me devolvió las ganas de luchar,  me llevó a iniciar un viaje alucinante. Alucinante pero muy duro. Muchas veces triste y lleno de decepción y amargura. Un viaje en el que el dolor va de la mano de la alegría, donde se va abriendo un camino, una nueva visión, que conlleva una lucha interior que cuesta la misma vida, pues es contra tu propia naturaleza con la que tienes que batirte para, de alguna manera, reconstruirte con unos cimientos sólidos, de materiales sanos en los que cimentar los cambios.

Este viaje es un viaje que no se puede hacer solo. Aunque el trabajo, el esfuerzo, el dolor y la rabia van de tu parte, el compañero de viaje es la pieza fundamental que hace que ese viaje pueda llegar a buen puerto. Es el timón, el astrolabio, el sextante, la carta de navegación, el vigía que grita tierra…. dependiendo de tu conexión con él, en mi caso ella, de su experiencia y profesionalidad, más lejos puedes llegar.

Pero la parte fundamental es el motor. Tu motivación para hacerlo. Yo tenía uno muy potente, mi familia. Y otro interior. Alguien que quería salir y gritar: ¡aquí estoy yo! que era insoportable seguir escondiendo! La transformación de la crisálida empieza así. Pero el viaje es duro, (sé que me repito), complicado, con muchas cuestas, con momentos en los que piensas que ya es cuesta abajo, pero has mirado mal y en la curva siguiente tienes que volver a subir, incluso tropiezas y té caes, ruedas cuesta abajo y tienes que levantarte, sacudirte el polvo y volver a subir (luchar). Pero cada kilómetro es un triunfo, cada matiz del camino, los colores del paisaje, los olores, todo es nuevo y compensa el viaje. Y si como en mi caso tienes un apetito insaciable, sigues porque quieres más.  Y yo siempre quiero más. ¡Y esto engancha! ¡Ser feliz engancha! Ver a tu familia feliz, a todo tu entorno que también va cambiando contigo, engancha. Liderar tu vida engancha. SONREÍR a los demás cada mañana al levantarte, en vez de hacerlo serio y encerrado en ti mismo, resignado a lo que tienes que vivir el resto del día, a un día más atrapado en algo que no quieres, te hace vibrar.

Qué rápido se dice y cuánto cuesta. Vivimos atrapados en vidas que no nos gustan. En mi caso era así. No totalmente claro, pero si en gran medida. En la que la resignación, la angustia, la frustración, la ansiedad y el famoso estrés son actores principales. Queremos cambiar y no sabemos. Queremos adquirir nuevos hábitos y eliminar otros y fracasamos. Y siempre es por la misma causa: no sabemos. Y necesitamos un motor, un compañero de viaje y mucha capacidad de lucha y entrega. Alguien que nos enseñe.

Pero es que el premio es brutal. No sé cómo explicar lo que se siente por dentro. Lo que compensa.

Al principio parte de tu entorno se descoloca. En mi caso, mi rol familiar ha cambiado y parte de la familia lo acusa, sin darse cuenta, no saben como reaccionar y se genera una distancia y una extraña sensación de incomprensión. Como si se dieran cuenta de que de repente no te conocen. Pero en realidad soy el mismo, pero una versión 3.0 muy mejorada. Sana, mejorada. Sin embargo, los que comparten tu vida a diario no sólo no se descolocan sino que reciben cada logro, cada chispa, de manera maravillosa. Porque te necesitan, porque necesitan que estés presente, que les prestes atención, que tu mente esté con tu cuerpo, con ellos.

Muchos fracasan en su vida profesional y en lo personal, en todo. Otros triunfan en su vida profesional y fracasan en la personal también, porque ahí es donde empieza todo. Dentro de ti. Para que todo fluya, tu salud interior tiene que ser lo que te acompañe. Tus emociones en orden. Tu cabeza en orden. Tus herramientas engrasadas para cualquier contingencia. Así si. Así ya puedo salir fuera a pelear la vida que quiero. Ya puedo volver a casa a compartir la felicidad con los míos.

Os preguntareis si mi vida ahora es perfecta. Si ya nunca me enfado y vivo rodeado de piruletas y algodón de azúcar, entre ponys de colores y levitando de alegría. Y la respuesta es clara y rotunda: NO.

También tengo baches, dificultades, sinsabores, desengaños: la vida en sí misma, como todo el mundo.

La diferencia es que los problemas son distintos problemas dependiendo de cómo los afrontes, de cómo los sientas, de cómo los vivas. Ahora lo hago sin miedo.

Al propio miedo es al que hay que temer. Porque nos ancla, nos lastra, nos empequeñece, ensombrece nuestra alma y apaga nuestra luz. Nos ahoga. Sin miedo se vive infinitamente mejor. ¡Probadlo!

No puedo dejar de compartirlo. Sobre todo con las personas que quiero y aprecio. Como cualquiera que se siente orgulloso de sus hazañas y triunfos. Porque para mi es una hazaña, un éxito, algo que pensaba que era casi imposible hacer: cambiar lo que no me gustaba de mi vida y de mí. Y lo comparto y comparto porque creo que así puedo ayudar a otros. Un día habrá alguien que me escuchará y tomará la determinación de hacer lo mismo que he hecho yo. Y eso cambiará su vida y la de los que le rodean. Por eso seguiré haciéndolo, por eso escribo estas líneas. Del tirón sin pensar, guiándome desde dentro. Sin pudor, sin vergüenza.

Se acabó: me amargan la vida, no me dejan vivir, odio mi trabajo, no puedo, no duermo, no quiero hacerlo y sin embargo lo hago, no tengo tiempo, no soy capaz, empresario de mierda.

Ahora mi vida es: yo decido, puedo hacerlo, soy capaz, los demás no tienen poder sobre mi si no se lo doy. Si me equivoco, aprendo y me levanto y vuelvo a intentarlo mil veces. Pienso en que me he podido equivocar, si podía haberlo hecho mejor, o de otra forma para obtener otro resultado, pero sin echar la culpa a los demás. Mi vida la dirijo yo, yo la controlo y decido. «El empoderador de la pradera».  Es me perdono, ya no hay culpa. ¡Ay la culpa! la hermana del miedo.  Entiendo y comprendo. Veo más allá. Veo dentro de las personas, me reflejo y por eso empatizo. Ahora tengo poderes.

Por eso escribo esto. En primera persona, algo que muchas veces me cuesta, como si yo fuera un ente extracorpóreo que se mira desde fuera y habla de otro. Porque lo mismo lo lees y te entra curiosidad, y esa curiosidad se convierte en inquietud, y esa inquietud en por qué no pruebo. Escribo para tocar tu tecla. Es un click. Un click que se convierte en un picor en el alma que hay que rascar. Estás líneas son pica pica para el alma, para que la cures y vivas feliz contigo.

Escrito por J.G

Su experiencia con CEDECA Psicología&Coaching